La llamada no recibida

Paula: “hola papi, le escribo, porque Carolina me comentó que usted no quiere tomarse los medicamentos y que cada vez está más enfermo. Papá, no se deje morir que lo necesitamos”.

Inmediatamente, mi padre mientras sus desgastadas manos temblaban, le respondió a Pau: “hija, esas son las falacias de tu hermana que está medio loca y quiere preocuparte a ti y a mis hermanos. Estoy como un roble y no me duele nada”.

Paula: “No le creo papi. Me deja con el corazón en la mano, más aún, ahora que debo entrar al trabajo. Hablamos luego, lo llamo en estos días para ver cómo sigue y no sienta que lo abandoné.

Lo amo viejo”.

Mi padre: “yo más, mi ángel y no te intranquilices por mí”. 

Paula: visto. 

***

Han pasado diez meses, luego de esa conversación de WhatsApp. Hoy, estoy en el cementerio junto a mis tíos en el sepelio de mi padre, recordando entre lágrimas desconsoladas, que su última voluntad fue: “no le avises a Pau, que me fui a dormir la siesta al cielo, esperando volver a oírla”.

Carlos Andrés Martínez Buelvas
Barranquilla, Colombia.

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