Ascendente Réquiem

El diente de león, derrite ya a la hojarasca, en esta mañana. Céfiros manan de mis labios, invocan el nombre de todas las especias. Sin mancha alguna, retienen a las hormigas con máscaras de cristales y cielos líquidos.

Retorno en el tiempo. Medito. Tejo redes con conchas marinas. Ante estatuas moldeadas con arcilla. Enhebro prendas con cotas de mallas. Juego con prudencia ante las cabezas, que caen, desde el fondo cielo de mis pies.

El Todo es metículoso.
El Todo ruge con recio porte.
Escucho.
cuentos de hadas.
Manan de la reina.
Sus alas transparentes.
Me hechizan.

En esta tierna noche de ensoñaciones, en este rito nuestro, los calices de sus terrenos, labrados, certeros para desterrar la hambruna, abren el espacio de mis espacios. Mi corona de papel de hojalata.

La cabeza de la reina.
Es un arcoíris.
medianoche a la distancia.
Piel en mis tierras.
Pulga que reclama.
Un lugar junto a mí.

El cuerpo de la cría es alimento para moscas divinas. Las hormigas rodean las cánicas que adornan las cuencas de sus ojos. La cría reposa, entre la peste que la venera como al paganismo, esa carencia de imaginaciones que, confunden y alimentan, con pocas bayas, con acuarelas silvestres a los denarios del abismo.

Tres cabezas.
Bocas cosidas en sus labios.
Retienen a la verdad.
El nombre del fin.

En este principio el diente de león ríe, miente con sus virutas de lápices de colores. Eleva una plegaria de azucares amargos, y las voces que comunican a los espíritus, en ese mensaje que otorga, que escribe entre carruseles, me habla y me revela, que soy yo, que eres tú y que somos todos nosotros, las siguientes víctimas de los ritos de la bestia y sus lamentos. Su réquiem.

Aquí mismo.
Ante ti.

Vanessa Sosa
Mérida, Venezuela

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