Crónicas de un mago en cautiverio


Número 1
La primavera negra


Por años había seguido los caminos de la magia, mi conexión con ella era innata, más no fue hasta los veinticinco que acepté mi destino y comencé mi entrenamiento como mago.
Durante los meses que se prolongó mi adiestramiento, conocí a los dioses, develé los secretos de las lenguas muertas, me hice hermano de los nahuales y un fiel devoto de las visiones de los profetas olvidados.
Finalmente, logré consagrarme como hechicero al escribir mi primer grimorio y aun siendo joven, llamé la atención de los aquelarres locales y los viejos maestros, pronto las invitaciones llegaron y la ilusión se apoderó de mis ojos.
El universo y los sueños parecían ser cada vez más grandes, hasta que una plaga oscura sacudió el mundo entero.
Ocurrió durante las primeras lunas de marzo, a días de mi vigesimosexta vuelta al sol que la noticia llegó, el virus había arribado a nuestras tierras y a pesar de toda nuestra magia, no hubo mejor hechizo de protección que alejarnos a de todos los nuestros.
A pesar de nuestra estrategia, los primeros infectados no se hicieron esperar, primero uno, luego cincuenta, después trescientos y cuando menos lo esperábamos…mil.
Jamás pensé que lo vería, pero la primavera pasó de ser una señal de la nueva vida a un augurio de las muertes por venir.


Número 2
Un otoño distinto


Después de haber superado la negra primavera y el hastío del verano más solitario de la vida, llegó el otoño. Como hijo de la magia, la estación de los atardeceres perpetuos siempre me causó fascinación, pero a diferencia de otros años todo fue distinto, no pude disfrutar de la caricia de su fresco viento ni pasar mis tardes a lado de los espíritus del monte.
Aun así, no todo fue tan malo, para entonces había superado la monotonía del trabajo y mis estudios arcanos, además seguía esperando con ilusión el Halloween y mi querido Día de Muertos.
Incluso compartí mi alegría por las fiestas con algunos miembros de mi aquelarre a través de los distintos canales de comunicación, fuese por medio de la bola de cristal o proyección astral mantuvimos el contacto y protegimos los lazos que la aparente “eterna” distancia pretendía aniquilar.
Lamentablemente el humor cambio a dos semanas de las sacras fiestas, tras meses de resistencia gran parte de las mujeres más longevas de la familia perecieron ante la infección.
Tres hermanas, tres tías, tres esposas, tres madres y tres abuelas, dejaron este mundo cambiando la rutina en las vidas de sus casas para siempre.
No puedo negar que se derramaron lágrimas, el Día de Muertos más que fiesta me sumió en una profunda contemplación de lo que es la vida.


Número 3
El verano prometedor


Ha pasado un año desde que comenzó la pandemia, el calor del sol, el primer guardián del hombre ante las fuerzas de la oscuridad, alimenta mi espíritu y aumenta el alcance de mi magia, me hace sentir vivo y recuerda que la vida al igual que las cuatro estaciones es un ciclo constante e indetenible.
A la muerte precedieron nuevas vidas, relaciones se desquebrajaron y fortalecieron, y los meses de prueba y error han conllevado a la creación de distintas vacunas.
El rumor de múltiples curas llegó hasta los oídos de distintos planos de la existencia e incluso los reyes nahuales y los traviesos chaneques se han planteado volver a interactuar con nosotros.
Ahora la cura también corre por mis venas, soy parcialmente inmune y a pesar de los rumores más allá de un dolor en el brazo, mis fuerzas no se han visto afectadas, estoy contento y aunque a ciencia cierta desconozco lo que depara el mañana.
El sol veraniego que con orgullo brilla en el horizonte, me promete que sin importar que tan oscuro que sea el panorama el futuro de la humanidad será brillante.

Ronnie Camacho Barrón
Matamoros, Tamaulipas, México

Foto: Nahuel Mancilla.
@nahuelillo

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