Yuleisy Cruz Lezcano

Mas allá

Más allá de los hombres
al borde de la senda
existe la medida de cada paso…
Siempre es la misma nostalgia,
cambia de forma
no se pierde
la bandada de melodías en el cielo.
Llevo voces en la mente,
busco el silencio.
Camino en el bosque sagrado
con raras aberturas panorámicas,
filamentos de sol
entre raras vistas
se ve un monasterio,
es un dedo
apuntando
que se esconde en el horizonte.
Un pensamiento a la altura de un abedul
hasta llegar al antiguo refugio
de la rosa que se encierra
en su capullo.
Se abre un camino asfaltado
el puerto atraviesa el hayedo
y un grillo susurra secretos
a los cordones de mis zapatos.
Por una cresta,
luego detrás de una pared de roca caliza
algo iluminado y nítido,
finalmente el mar
se viste de plata
y esconde
bestias ateridas
que huyen y escapan
de disidencias y serpientes,
mueren para no envenenarse.
El mar no se detiene,
pasa dentro de mí
la soledad de viento,
abre olas de palabras
en mis emociones,
y el único mundo habitable
multiplica la voz
de mis ojos que se desnudan,
buscando el sitio donde yacen
las alondras heridas
sin nido.

Ausencia

Dentro de los límites alguien me dice
“necesitas límites”
y yo trafico con el dolor
dentro las imágenes sin precauciones
y sin integrarme en ellas,
miro mi sombra
tiene pies largos y tranquilos, vive
al borde del mar y se funde en el punto de apoyo.
Con horizontes pequeños o horizontes inmensos, o sin horizonte alguno, algo conserva ilusiones.
La sombra se adentra en el agua,
bajo el vampiro solar, es una gaviota que huye
desaparecida en la última parte de las olas,
pierde lo que pasó antes de sumergir la cabeza.
Con una impresión de inmensidad vacía en los ojos, espera el pez
y con el pez algo anecdótico y familiar que intervenga o sea sometido para llenar su hambre.
Dentro, reposicionamientos imperceptibles, en cualquier tiempo y lugar de las profundidades: en el naufragio,
aquí, ahora.
En la lucha por la vida, en la contingencia del sentido gestor,
los límites sugeridos
son engaños evidentes,
hacen cantar el aire
y presumen ver a través de la sombra.
Hay espejos…
No hay realidad más allá de otras definiciones.
El mundo físico es un prejuicio que juzga
apoyado en un espejo.
Algo en la sombra sonríe.
La imagen de la sonrisa es consecuencia
de esa vida que no ha sabido
ser otra cosa que la ausencia.
Muy dentro

Tu cuerpo sobre el mío no pesa,
es inmaterial,
porque tu cuerpo sobre el mío
es el mio.
Tu carne en llamas
viaja de estrella en estrella,
parte de ti como un satélite
para encontrar mi tierra.
Tu voz habla con la mía
y no se oye nada,
porque se adapta a mis labios
como guantes hechos a medida.
Eres como el viento,
pronuncias contenidos ligeros,
haces honor a mis flores,
vertiendo polen por el aire.
Despiertas el animal soñador en mí
y cantas sobre mi vestido de fiesta,
la música que nutre todos los vuelos.
Llegas como alguien que sabe
lo que debe recibir
sin pedir nada.
Tus ojos dentro de los míos
ven todavía más,
me escriben tu nombre
dentro de una lágrima.
Soy de tu cuerpo «cuerpo»
de tu voz «voz»
y tu eres de mi lágrima «gota»
que te ríes dentro de mis ojos.
Tú construyes en mí «silencios»
naufragios y mares de besos,
excusas para soledades abandonadas,
llegas a mis ojos y habitas en mí por completo.
Tu sonrisa es como un pájaro alegre
debajo de una piedra, ríe dentro de mi pecho.
y bate sus alas en mi corazón.
Eres la buena luz en mí,
con rayos tenaces, despiertas la vida,
debajo de todas los matorrales
y hablas con mis mariposas,
le cuentas de los prados, de la poesía desnuda,
bajo mis ojos cerrados.
Tú, tú, tú, vienes
desde una garganta lejana,
juegas con mis metáforas
y haces nidos sutiles con mis palabras.

Es hora

Es hora de curar,
eliminar las ramas secas,
ayudar a morir
las malas hierbas
que pierden sus hojas,
quitar de otras las telarañas,
esquejes en macetas.
Es hora de intentar
salvar los heridos brotes,
poner en la sombra,
buscar un refugio,
salvar los pájaros,
el nido que el viento
está quemando,
el viento que quema
lo que no es necesario,
la respuesta sentada
que no es satisfactoria,
la música de las cosas
que pudieran salvar el mundo.
Es hora de salvar la derrota
que nos salva
de los peores cálculos
y nos lleva
a preguntarnos de otro modo
si podemos salvar la espera
de un señal que nos diga
todavía hay vida.
Es hora de salvar la forma
de saber si amamos
los barcos hechos pedazos
y decidir si en ellos
respira un hombre sano.
Es hora de cortar
el pronto idilio
del vago tolerar que el sol
salga todos los días
para iluminar
lo que parece azúcar
y es sal y duele.

Yuleisy Cruz Lezcano
Bolonia, Italia.

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