La diferencia entre tristeza y melancolía: un encuentro entre Hamlet y Cioran.


por Amanita Muscaria

La diferencia entre la tristeza y la melancolía se basa, primero, en que la primera es una emoción, mientras que la segunda, un sentimiento.
La tristeza es un repliegue doloroso dado “en un espacio cerrado”, o mejor dicho, hay motivos para estar triste luego del paroxismo. Ese derroche de energía que puede ser por ejemplo, vicioso o sexual, porque la droga y el sexo nos dejan abatidos por la sensación de pérdida y vacío. Pero no se extiende en el tiempo, sino que es temporal, pues se agota y muere.
La melancolía parece tener causa externa aparente de su aparición por una vida vacía y problemática: un mundo infinito para seres que se sienten desesperados por ser finitos cuyo mayor temor es la muerte. El melancólico se aleja del mundo natural para contemplarlo con extraña belleza. En la contemplación se enaltece la soledad con una actitud pasiva y letárgica. El presente se torna inmanente frente a todo un pasado que fue mejor que funge de consuelo; el presente para nosotros nos deja un vacío que el pasado no. Por último, la melancolía es vaguedad de sensaciones porque al estar separado del mundo, el melancólico, no es capaz de gozarlo. A diferencia de la tristeza, se extiende sin llegar a la intensidad, pero su punto de llegada es el mismo punto de partida: la vacuidad. Como no tiene intensidad, no se sabe a dónde se direcciona. Es el estado permanente de vaguedad en la que el individuo reposa su cabeza en la mano o sus brazos colocados en un lugar sólido mirando un punto fijo que se difumina mientras queda absorto en sus pensamientos. Cioran compara el desbordamiento de los límites por parte de la melancolía como una gangrena: dilata el estado de ánimo hasta vaciar al hombre para no sentir nada por el mundo.
Hamlet, para ser un personaje atractivo, leal a sus amigos, amable con sus subordinados, generoso, de gran bagaje cultural, se sumía en una demencia que lo volvía desaliñado de su aspecto, melancólico, vacilante y emocionalmente inestable, al punto de considerarlo loco hasta por su propia madre, la reina Gertrudis. También es cruel, demostrado en cómo trataba a Ofelia. Él jura vengarse de su padre Rey Hamlet planeando una venganza contra el Rey Claudio, su tío, pero no hace más que maquinar un plan que tardó en ser ejecutado, tal vez por su depresión que lo hizo abandonar sus actividades y lo sumió en la infelicidad (lo que lo haría procrastinar), o tal vez porque la melancolía le impide la toma de decisiones inmediatas, y por eso tarda demasiado en cumplir con su venganza. Estas son las actitudes que destruyeron sus lazos con sus personas cercanas, induciendo a su enamorada a la locura y muerte, además de que desconfía más y más de su madre y amigos que le exigen saber qué le sucede. Y como la venganza fue planeada a partir de la figura fantasmagórica de su padre, quien le exige vengarse, no es la conciencia quién habla, sino la esquizofrenia, la voz que lo incita a hacer cosas malas; es el fantasma que irrumpe en la conciencia como algo externo que le dicta qué hacer. Hamlet se vuelve loco de verdad: a pesar de escribir una obra para retratar el crimen y hacer entrar en cólera (y remordimiento) al asesino, pide a su madre ver el espíritu que ella no llega a ver (quizás porque se niega a creer que su actual marido cometió un crimen); las evidencias recolectadas no son suficientes para demostrarle a los personajes de la corte quién fue el asesino del Rey Hamlet, por lo que se vuelve cada vez más lunático.
Al principio de la obra, Marcelo, Bernardo y Horacio también observan al fantasma del difunto rey, pero este no responde a los llamados. Aparece a la noche mientras están en guardia y quieren contarle a Hamlet de la visión que han tenido ¿no será la visión de este fantasma, que no responde a sus llamados, la certeza de que algo se pudre en el reino de Dinamarca? Tras su muerte produjo efectos devastadores que podrían haberse evitado; la corrupción no es solo política, sino también moral: hubo un orden político de carácter absolutista y vitalista alterado por un asesinato que fue pasado por alto por una viuda que accedió de forma voluntaria a un nuevo matrimonio y al sexo con quien era su cuñado, pero también hubo un príncipe que perdió acceso al poder por herencia. La visión del fantasma, además, es la aparición de una pestilencia que se intentó ocultar, es decir, el asesinato por parte del rey Claudio. Del trío, el primero en dudar de la existencia del fantasma y en hablar de la locura de Hamlet es Horacio, su amigo. Pero como el fantasma es real, le juró al príncipe no contar lo sucedido (su encuentro con su padre fantasmal). Si le preocupa su locura, es porque también los fantasmas, dependiendo de la religión, eran considerados entes demoníacos que venían a destruirlo todo, o eran espectros provenientes del purgatorio que venían a traernos un mensaje pendiente, y que solo se librarán de su dolor cuando cumplan con lo pedido.
Ofelia ocupa un lugar especial en la vida del protagonista, aunque fue advertida por Laertes y Polonio de las diferencias de estatus entre ambos y a lo que estaban destinados cada uno, a pesar de amarse. Sin embargo, su padre conjetura que la locura de Hamlet se da por haber sido ignorado por parte de Ofelia, y por eso cayó en el dolor, insomnio e inapetencia. Le propone esta teoría a los reyes y decide que su hija tenga un encuentro con él (mientras el rey y Polonio se esconden), pero la termina menospreciando ¿por qué? porque la acusa de ser una mujer que usa su belleza para ser alcahueta, ya que sospecha de la presencia de Polonio en su encuentro: puso a su propia hija delante de él para sacarle información que se negó a dar, la de que es aquello que lo perturba tanto. Elusivo también de sus halagos, la menosprecia y dice no haberla amado nunca a pesar de haberle mostrado su afecto con promesas y cartas. Hamlet, debido a sus perturbaciones, empieza a desconfiar de todo un entorno que busca lo mejor para él. La visión del fantasma lo incita a concentrarse solo en la venganza y obsesionarse con la demostración de su existencia, al punto de perder relación con la realidad.
Si bien Hamlet saca a la luz que el rey Claudio asesinó a su padre, y lo apuñala, culmina con su muerte en un enfrentamiento con Laertes y viceversa. Su venganza tardía producto de su carácter que logró de su cuerpo un cascarón vacío; se hubiese evitado su muerte si hubiese direccionado bien sus acciones pero ¿hacia dónde? ¿Una venganza perfecta para vengar a su padre muerto y quedarse con el trono? ¿Una venganza limpia sin tardanzas? no habría retorno al mundo feliz y equilibrado si asesinaban otra vez a un rey, por muy justa que sea la venganza para quien la comete. Al final Fortimbrás, con dolor, asume que se hace con el trono una vez arribado a Dinamarca; Horacio le pide que dé órdenes de que los cadáveres sean expuestos para demostrar de lo que es capaz la podredumbre cuando se altera al destino, el reino y cosmos.
A pesar de pasar de la melancolía quieta a la acción, por muy tardía que sea, dudo que Hamlet haya sido capaz de volver a traer felicidad a su reino cuando su madre fue cómplice del estado de negación de un asesinato; el también asesinó gente por error, mandó a la muerte a sus allegados y volvió loca a la joven que lo amaba. La venganza no le iba a devolver las mismas sensaciones que otorgó el pasado ni tampoco iba a restablecer el lazo fuerte que lo unía con los demás.

Hamlet es una obra clave para entender cómo la locura nos hace perder nuestra individualidad, como lo que vemos en el exterior es tortura interior y como el pasado es irreparable y, a pesar de que el futuro está abierto, hubo un trágico desenlace.

Amanita Muscaria
Argentina

Collage digital de Amanita Muscaria.

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