Débil invocación de dos humanos

Como lo quisiste,
salimos de la necedad de aquel portal
de sus arquitrabes y columnas
que imaginan ser los pilares del mundo.
Salimos, como lo quisiste,
de nuestras vigas humanas
(sin prever que además saldríamos hasta de nuestra piel)

A esa hora, la bóveda que nos encierra,
era una criatura llena de ojos y silencios.
A esa hora ya no relampagueaba,
ni retorcía su epidermis pariendo lo mejor de sí misma.

Debajo de los astros era paz.

Como lo quisiste: bailamos juntos un ritual primigenio
(nosotros, tan malditamente elaborados)
y repetimos
(nosotros, tan agnósticos)
la antigüedad de aquel grito que invocaba a los dioses
para que dieran más lluvia de la que nos caía
y a la Tierra menos movimiento
(cuando no, su eterna detención)

Después de la danza y de la euforia, claro está:
vino el camino trillado.
Realizamos los verbos
que hasta los amantes comunes acostumbran
(puro asedio de pieles y humedades,
puro gastarse de carne contra carne)
y los mismos jadeos y ademanes
que no envejecen su vejez.

Como lo quisiste:
que también nos mediaran los dioses con el sol
y retardara tanto día, tanto gasto,
tanto pasar inútil de la luz a las sombras
y nos quedara siempre lluvia, rito…
piedad
astros.

Ernesto González

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