El guardián de Esmeralda

En el borde exterior de la galaxia, el planeta Esmeralda resplandecía como una joya perdida entre las estrellas. Antaño, había sido un refugio de belleza y armonía, donde la naturaleza y la tecnología coexistían en un frágil equilibrio. Pero todo cambió cuando el Imperio Estelar Zalveth decidió reclamar Esmeralda como parte de su imperio para explotar su recurso más preciado: la Gran Fuente, un núcleo de energía vital que no solo daba vida al planeta, sino que servía como el centro de la civilización Siri’Ka. Los Siri’Ka, hombres y mujeres de piel verde, con habilidades ancestrales que habían protegido la Gran Fuente por generaciones. Su sociedad se basaba en la conexión con la tierra, la preservación del equilibrio y el respeto por el hogar que les había dado la vida. Pero con la llegada del Imperio Zalveth, todo aquello fue destruido. Ciudades enteras fueron arrasadas, familias desplazadas y su derecho a habitar su mundo fue reducido a cenizas. Lo que antes era un hogar seguro se convirtió en un campo de concentración. Entre los escombros de una de las más antiguas capitales de Esmeralda, un joven llamado Kaelirn sobrevivía. Criado por su madre en un antiguo templo, había aprendido los preceptos de los guardianes de la Fuente, pero su entrenamiento nunca se completó. Ahora, huía por los bosques destruidos, buscando refugio entre los pocos sobrevivientes. El Imperio Zalveth había convertido a su pueblo en ciudadanos de tercera clase de su propio mundo, sin derecho alguno, persiguiéndolos y esclavizándolos para extraer la energía de la fuente.
Un día, mientras Kaelirn exploraba un cañón en busca de comida, fue emboscado por soldados zalvethianos. Cuando todo parecía perdido, una sombra veloz los atacó desde la oscuridad. Era un anciano guerrero de mirada severa y manos firmes, Maestro Liriad, uno de los últimos guardianes de la Gran Fuente. Liriad llevó a Kaelirn a un refugio secreto en las montañas, donde aún resistían algunos Siri’Ka. En aquel escondite, el joven escuchó una verdad devastadora: el Imperio Zalveth no solo quería explotar la Gran Fuente, sino que pretendía terraformar Esmeralda para convertirla en un puesto militar, erradicando toda la vida nativa.
—”Nos han arrebatado nuestros hogares, nuestro derecho a vivir en la tierra de nuestros ancestros” —dijo Liriad, con pesar en la voz—. “Pero aún no está todo perdido. Debemos luchar”.
Kaelirn entrenó bajo la tutela de Liriad, aprendiendo las antiguas artes de la energía vital. Con el tiempo, descubrió que poseía una conexión especial con la Gran Fuente. No solo podía sentir su energía, sino que también podía canalizarla, algo que ni siquiera los guardianes más experimentados podían hacer. Cuando el Imperio Zalveth iba a iniciar su destructiva operación final sobre la Fuente, Kaelirn y los sobrevivientes organizaron un último esfuerzo de resistencia contra el invasor. Se infiltraron en la base imperial; era una fortaleza en el centro de una kilométrica y profunda fosa. En la base de la fortaleza estaban las máquinas que cavaban más y más profundo para llegar al centro del planeta. La vista de esto era imponente, pero no iban a dejarse impresionar. Liberaron a los prisioneros de los campos de concentración y de los calabozos de la fortaleza, gente que era usada como mineros esclavos. Posteriormente, descendieron más profundamente, donde encontraron los antiguos mecanismos de defensa del planeta que estaban enterrados y que la operación de los Zalveth había desenterrado. Sin embargo, el general Varkon, el despiadado líder de la invasión, un ser que era más máquina que hombre, más bestia que corazón, no iba a quedarse sentado mirando; este se blindaba con una armadura que le daba un aspecto robótico e intimidante, y así inicia un brutal contraataque con las tropas armadas y tanques con cañones de rayos acantonados en el planeta. Kaelirn se enfrenta a él, luchando con todo lo aprendido, pero pronto se dio cuenta de que no podía vencerlo con solo fuerza física. Entonces comprendió su verdad: su poder no residía en la lucha, sino en la conexión con la Gran Fuente. Entonces, se entregó completamente a la energía vital del planeta, cerrando los ojos y meditando intensamente. La energía de la Gran Fuente sale a la superficie como cables de enchufes de energía, conectándose con el joven, permitiendo así fusionarse con la Fuente y despertando su verdadero poder.
Un estallido de luz recorrió Esmeralda, restaurando su equilibrio. Las tropas del Imperio Zalveth fueron diezmadas en la reacción en cadena, deshaciendo todo lo destruido en la naturaleza y destruyendo los puestos imperiales, siendo expulsados literalmente al espacio exterior por una oleada de energía pura; cada soldado moría por la falta de oxígeno, flotando como juguetes desordenados en el cosmos. Y el planeta comenzó a sanar. Los Siri’Ka, una vez desterrados de sus propios hogares, comenzaron a volver a caminar sobre su tierra. Kaelirn, después de aquel evento, desapareció; nunca se le volvió a ver. Entre los Siri’Ka se cuenta que ven en las costas a una misteriosa figura con una túnica y capucha blanca sosteniendo un báculo. Se dice que era el joven Siri’Ka que había sobrevivido a la expulsión de los invasores; otros más místicos dicen que es su espíritu que se convirtió en parte de la Gran Fuente, cuidando de su pueblo y asegurando que nunca más fueran despojados de su derecho a existir en su propio mundo.
Esmeralda volvía a brillar, y con ella, la esperanza de que nadie debería ser arrancado de su hogar.

Francisco Araya Pizarro
Santiago de Chile


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