Dar un salto de fe para salvar a una niña.


Notas acerca de El exorcista, tanto de William P. Blatty como de William Friedkin.

El subtítulo de este texto dice más de lo que ustedes piensan, pero al mismo tiempo dice menos que el título. Sí, voy a hablar del Exorcista, pero no de la novela, tampoco de la película. Esto no va a ser una reseña, sino un ejercicio hermenéutico. O, cómo dicen en el barrio, una interpretación hecha en clave de algo. Y no, no me voy a ir por el lado de que la historia es una metáfora de la transición de la infancia a la adolescencia, porque es una interpretación que ya está quemada, y si no la conocías, te la acabo de presentar para que vayas y la busques.


La historia no es solamente sobre una piba que un día la posee un demonio ancestral de nombre Pazuzu y de dos curas que tratan de salvarla. Esa es solamente la excusa para hablar de otras tres cosas. Una es la que ya dije de la adolescencia, así que me voy a detener en las otras dos, que son las que a mí me interesan.
En primer lugar, el tema principal de la primera parte de la historia, sobre todo cuando pensamos en la novela, que es la pregunta por los límites de la ciencia. A Reagan, la piba, antes de buscarle un exorcista, le hacen todos los procedimientos médicos que existen para tratar lo que le pasa, que es algo que incluye desde movimientos histriónicos hasta cierta propensión a la violencia, pasando también por el vómito y el exhibicionismo, incluyendo un cambio radical en su voz. Recién después de que un médico le sugiere a la madre hacerle un exorcismo es que la madre se pone en campaña para encontrar un cura que lo practique, cosa que es complicada porque en el contexto en el que transcurre la novela, hace siglos que esa dejó de ser una práctica común en la iglesia, o sea, que hay muy pocos curas que conocen el ritual y que se han enfrentado a demonios.
Lo interesante, por supuesto, es el trasfondo de las dos situaciones. Que sea un médico el que le sugiera a Chris, la madre de Reagan, hacer un exorcismo no es otra cosa que la representación de la ciencia reconociendo sus propios límites. En este caso, se trata de la medicina a la hora de curar a una paciente. Pero en otro, podría ser la física reconociendo la posibilidad de un creador a la hora de pensar en la causa de las cosas. Más allá de qué tan ateo sea uno -yo soy agnóstico-, uno tiene que admitir que no es tan irracional pensar en la existencia de un agente, y la prueba de eso es, justamente, la existencia de leyes físicas que bien podrían haber sido pensadas por alguien, siendo aquel agente una suerte de ingeniero y todo lo demás, parte de un gran software. Pero bueno, volvamos al Exorcista.
El exorcismo se lo sugiere hacer un médico. Chris, obviamente, está que no puede creer lo que ese tipo le dijo. “¿Cómo que un exorcismo?”, preguntaría ella si la historia estuviese ambientada en la Argentina. “Sí, un exorcismo, señora”, respondería ese médico, y a continuación le explicaría que aquel procedimiento podría funcionar por el efecto que causaría la sugestión, y le contaría que en la edad media hacer eso era común y que la ciencia la explicación que halló para que eso funcionara, era justamente que era por la sugestión. Haciéndola corta, lo que ese médico quiere decir es que, tanto para él como para el resto del equipo, Reagan cree que está poseída y por eso se comporta así, entonces, pareciera que, razonan los médicos, si se le practica el procedimiento estándar para librar a alguien de la posesión, ella va a curarse. Hasta acá llega la parte de la historia que está dedicada a los psicólogos, especialmente a los que sufrieron preparando el final de psicopatología.
Los médicos dan una razón científica para practicarle a la piba un exorcismo, es cierto. Pero aquello no quita que lo que le están sugiriendo a la madre es que a su hija le practiquen un ritual, no un procedimiento científico. Ya eso es suficiente para que la idea que quieren bajar sea clara: hay saberes que, a pesar de no ser científicos, algún valor tienen. Sirven, hablan del universo. Y dicen cosas que son lo suficientemente creíbles como para tener tanto poder como aquellas que son ciertas. Para alguien que no está poseído, pero realmente cree que lo está, ¿qué diferencia hay entre eso y realmente estarlo?
Después está la segunda cosa, que es la crisis de fe del Padre Karras, el cura más joven de los dos. El tipo venía teniendo dudas más o menos comprensibles, esas que debe tener cualquiera de su profesión, aunque sea cada tanto, y justo le pasó que falleció la madre, por lo que su fe no pudo resistir la suma de las dos cosas. Ese el otro límite del que habla la película: el de la fe. Y una de las razones por las que al principio no hay con que darle al demonio es esa. A pesar de que lo ve y lo escucha, y de que demuestra que sabe cosas de él que no le contó a nadie, el demonio Pazuzu le resulta una cosa increíble al Padre Karras, y no le resulta increíble más que porque el mismísimo Dios también se lo resulta.
Dato no menor, Karras además de cura es psiquiatra. O sea, el tipo sabe que lo que implica un exorcismo es algo por fuera de la ciencia, y, sobre todo, de la ciencia que él estudió. La descreencia de Karras en la posesión de Reagan, además de estar motivada por su crisis de fe, también está motivada porque él sabe que salvo por los cambios de voz, el hecho de que sepa cosas sobre él que él no le contó y su agilidad y fuerza sobrehumanas, los síntomas de la niña cuadran más o menos bien con los que suelen presentar pacientes que sufren otras patologías que el probablemente conozca, por lo que la evidencia científica le indica que quizás no se esté enfrentando con un demonio.
Y aun así, a la joven e inocente Reagan la salva dando un salto de fe que le cuesta la vida. Vuelve a creer cuando ya no le queda otra. Cuando se da cuenta de que es absurdo que aquello pase sin ninguna razón, de que lo más probable es que, efectivamente, si hay demonios debe haber ángeles, y que, por lo tanto, debe haber también un Dios. En la película sólo está representado el segundo salto de fe que da Karras. El primero solamente está en la novela, y es el que da cuando duda de su fe.
Para saltar hacia Dios, primero hay que saltar hacia el absurdo.

Brandon Barrios
Argentina

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