Somos una civilización tipo 0 especializada en la sobreexplotación de recursos naturales y minerales energéticos para el bienestar de una sociedad híbrida que, habita un planeta rocoso ubicado a 149.6 millones de kilómetros del tórax de un sistema solar que pertenece a una galaxia espiral que, a casi 300.000 años de evolución, aún es incapaz de asimilar la teoría heliocéntrica de un tal Nicolás Copérnico que expulsa al homo sapiens del centro del universo. Por ende, es imposible no imaginar a cada instante la inevitable extinción de estos seres que supuestamente piensan. Pero, ¿A quién culpar? ¿Al pentateuco de Moisés? ¿A la mitología griega? ¿A la pareja cósmica Ometecuhlti y Omecihuatl? Talvez deberíamos dejar de lado al hombre y la lista de emociones, sentimientos, necesidades, y creencias pero sobre todo al complejo de superioridad que se ha dado él mismo sobre cualquier ser vivo que habite este orbe del que Darwin le arrebató la corona con su teoría de la evolución y que posteriormente Fred Hoyle reafirmó y superó con la del Big Bang.
Y justo ahora que todo debería ser más fácil y sencillo y ésta civilización estaba a punto de dar el gran paso a otro nivel con sus innovaciones tecnológicas y sus conocimientos científicos ¿A costa de qué? La evolución se ha detenido y al parecer la desobediencia y el mal uso de los recursos naturales está empezando a cobrar factura. El diafragma respiratorio y todos los órganos vitales del planeta tienen daños irreversibles, pero no nos preocupemos tanto, como todo principio tiene un final, un orden y un caos, en realidad la involución se está encargando de darle agilidad y pronta terminación al ciclo de vida, muerte y extinción de esta forma de vida inteligente y cualquier organismo que no soporte las inclemencias de la devastadora alteración del medio ambiente en el que se desenvuelven. Por lo contrario, el hogar en que residimos llamado Tierra lejos de juzgar o dar un justo escarmiento a este depredador inconsciente, actúa naturalmente conforme a esta ley de conservación: la materia no se crea ni se destruye; solo se transforma.
José Reséndiz.
Querétaro, México
27 años.
