I
Mi existencia está dulcemente atada
a la virtuosidad de tus manos,
como la planta a la tierra,
como el fruto al árbol.
Solo tú, y tus traviesos dedos,
que dirigen el sagrado mástil,
logran sacar de mis recovecos
las tonadas que me hacen palpitar.
Me recorres de pies a cabeza,
como seduciendo con tu expertise
a mi curvilínea silueta,
tallada en el corazón de antiguos abetos.
Anclada entre tus piernas,
nos volvemos uno solo,
tú mi amante perfecto,
yo, tu instrumento favorito.
II
Déjame desnudar
las grutas de tu cuello,
ahí donde mi frente
siembra suspiros.
Déjame sembrar
atrevidas amapolas,
y beber de tu vaso
la miel de tu misterio.
Déjame llegar hasta tu centro,
y sin prisa ni ímpetu,
extraer tu esencia,
perla preciosa del amor.
III
En tu paradisíaca piel me daré un banquete inigualable,
cosecharé las uvas de tus hombros,
saborearé la dulzura del melón en tus brazos,
disfrutaré la tersura de la guanábana en tu cuello;
tu cintura me conducirá hasta las alturas
de una curvilínea y jugosa sandía,
tus piernas tienen la firmeza
de un racimo maduro de bananos.
Quiero saciar mi sed en ti,
beber de tus jugosos néctares
y colmar mis más frutales intenciones
con tu lengua de fresa y mandarina.
Lucía Vindas «La Bruja Poética»
Costa Rica
