¿Hasta cuándo piensas tenerme atrapada aquí, Armando?
Llevas más de quince años reteniendo mi presencia aquí, ¿por qué no te atreves a dejarme salir? Recuerdo que, cuando solamente eras un niño, no te daba pena exponerme delante de todos, creo que incluso te sentías orgulloso de mí.
¿Hasta cuándo piensas fingir que no existo?
Aunque me ignores completamente y me hayas desterrado al recoveco más mugriento y alejado de tu memoria, no me daré por vencida.
Me niego permanecer en esta prisión a la que me haz condenado sin ningún motivo válido. Únicamente haz actuado impulsado por la vergüenza.
Por más que quieras fingir que jamás he existido, sigo aquí, agazapada en tu interior.
Continuo esperando pacientemente mi oportunidad para demostrarle a todas las personas que te rodean que, debajo de tu fría apariencia de hombre de negocios, yace una mujer impresionante, una que haría a todos voltearse.
Sé que me escuchas por las noches cuando salgo a atormentarte, cuando te susurro al oído lo bellas que nos veríamos con la nueva peluca con luces violetas y un llamativo labial rosa, cantando como locas alguna canción de moda en el bar de siempre, esperando por ser abordadas por algún hombre alto de grandes manos.
Aunque ahora sientas que la sociedad te condenaría por tus impulsos, no es justo que yo pague el precio. Después de todo, también soy parte de tu personalidad.
No me niegues más, Armando Cisneros.
Entre más pronto lo aceptes, estoy segura que las cosas irán mejor para nosotros.
Besos tronados.
Atentamente, Yadira.
Deyanira R B
México
