Cuando no oigas el tenue susurro del viento rosar,
por tu incomprensible tiempo.
Es mi voz,
que yace lúgubre en la infinita
oscuridad de la vida misma.
Y en la fascinación del silencio,
el rostro de mis pensamientos,
y mis letras con un cuerpo débil y frágil,
sucumbirán ante la verdadera pasión del olvido.
Aunque en un lugar no muy distante,
donde ya hay muchos y faltan más
mis letras serán eternamente firmes
e invaluables.
Armando Alban
Cali, Colombia.
